Mensaje de bienvenida
Por la tintainvisible
José Gregorio González Márquez
La imagen continúa dominando el mundo. El campo publicitario tiene su asiento en la imagen y ella permite una comunicación continua que llega a todos los estratos sociales. El niño lee las imágenes desde siempre. Permanece cautivado por ellas y las disfruta a plenitud en cada instante de su vida. Colores, formas, objetos, figuras se encuentran diariamente atenazando su realidad.
La imagen comunica, permite que la imaginación y la fantasía se desate. Oculta información que solo se logra descifrar cuando el lector avezado en esos mundos los explora con la mirada y se pierde entre sus laberintos abigarrados de aventuras y emociones.
Cuando la imagen se conjuga con la palabra se establecen una relación amorosa que funciona para deleite de los lectores. El libro álbum se convierte en un remanso de posibilidades donde los niños y lectores en general, convergen para extasiarse entre sus aguas pobladas de fantasías solo realizables en las hojas de un libro. Cuando el lector se acerca al libro álbum, cada página se abre en plenitud para atraparlo entre sus letras e imágenes. Entonces, pasa a otro universo donde todo se hace posible y se puede disfrutar de innumerables aventuras. El lector se apropia del texto y las imágenes para edificar en su pensamiento las vivencias propias de los protagonistas del libro.
El libro álbum tiene una historia que puede catalogarse como genial. Los primeros pasos se dieron con el acompañamiento de imágenes en los libros ilustrados. Si bien en la mayoría de los casos estas imágenes se usaban como complementos a los textos, siempre motivaban la curiosidad del lector. Los libros ilustrados despertaban –y aun lo siguen haciendo– regiones internas en las que se podía acercar el texto a la imagen. Mientras se leía, las imágenes se presentaban como alicientes gráficos para que el lector compensara todo el mundo que se formaba en su imaginación con la posibilidad cierta de tener un referente de figuras, formas y colores que le sugestionaran.
Cuando aparece el libro álbum cambió de manera contundente el panorama de la lectura para niños; sobre todo para los que se inician en el proceso formal de la lectura. El niño accede a la imagen, comienza a leerla; el libro álbum le ofrece innumerables oportunidades para ver, mirar, leer, vivir y protagonizar sus propias aventuras.
Escritor e ilustrador conforman un binomio que actúan como cómplices para crear una obra de arte. Y esa complicidad se sustenta en el lenguaje escrito y el lenguaje gráfico. Todos los códigos que se establecen entre ambos lenguajes conforman una relación que se mueve entre la subordinación, la sustentación o contradicción. Es decir, se connota los espacios visuales y los textuales para imbricar una serie de relaciones que expresan no solo belleza sino también libertad.
Aunque algunos libros álbum prescinden del texto, en la mayoría de ellos aparecen juntos texto e imagen. Es fundamental considerar que en el álbum el proceso lector es simultáneo, en conjunto y complementario. Se lee texto e imagen. Uno no está supeditado al otro sino que ambos producen un efecto único que es captado, asimilado y vivido por el lector.
El libro álbum presenta características que favorecen su disfrute pues el impacto que provocan en el lector genera su acercamiento a otros lenguajes. Asimismo, le acercan a un clima emocional que motiva la lectura y la hace amena y divertida. En estos libros, las formas de contar historias dejan de ser lineales y por lo tanto, permiten el asomo del lector al plano estético y lúdico donde desarrolla nuevas miradas desde la cosmogonía propia de la imagen y el texto.
La imagen como es texto, tiene referentes polisémicos. Es decir, dice mucho más de lo que aparenta. Es por ello que en el libro álbum está lleno de relaciones entre significantes y significados. Entonces, la imagen adquiere un sentido con alto valor estético y poético pues se convierte en figura literaria que transmite mensajes para el lector ávido de vivir emociones únicas.
Abordar un libro álbum implica algo más que desaforarse a observar imágenes o leer textos. Los niños son excelentes lectores de estos libros pues detallan cada una de las imágenes y extraen de ellas todo lo que el ilustrador les da. Incluso descifran los códigos ocultos que dejan para marcar sus obras. Los adultos cuando leen un álbum tienden a considerarlo un libro ilustrado. Se dedican al texto y le dan algunas miradas a la imagen. Por lo tanto, persisten en considerar la escritura separada de la imagen de manera que fragmentan la historia por lo que esta pierde gran parte de su valor polisémico y estético.
Un libro álbum comienza a leerse desde la portada. La construcción de la historia inicia allí y el niño lo sabe. Luego se adentra en las guardas y las demás páginas para ir concatenando acciones y visiones; mundos que se presentan para ser revisados, leídos y disfrutados en tanto compagina texto e imagen. Entonces el lector se deja llevar por las múltiples sensaciones que le provee el libro. Así, navega entre infinitas posibilidades pero bajo la unidad justa de imagen y palabra.
Otro de los efectos interesantes que crean ilustradores y escritores en sus libros es la presencia de más de una historia. Pueden recorrer las páginas dos historias que terminan encontrándose o funcionar de forma separada. Muchas de estas se presentan de manera sutil. Un ejemplo claro de esta afirmación lo conseguimos en el libro Disparate del poeta venezolano Eugenio Montejo y publicado por Ediciones Ekaré.
En Disparate se tejen dos historias que recorren el libro a veces de manera paralela y otras con claros encuentros. Un libro de poemas que puede leerse desde la visión de la palabra, metáfora viva. Pero también, desde la ilustración que mantiene sutilmente atrapado al lector. Una de las historias comienza en la portada y ya en las guardas se adelanta parte de ella. Una serie de imágenes sin gran colorido muestran a un niño buscando a su gato. La otra está propiciada por un poema que habla de un país al revés. Este era un país un día/ donde todo iba al revés/ el sol de noche salía/ el cielo estaba en los pies/ El perro llevaba al dueño/ amarrado con mecate; / todo reflejaba el sueño/ de un profundo disparate./ Por supuesto, cada uno de estos poemas está ilustrado de acuerdo a lo que los versos proponen con una mirada genial. Pero, también la primera historia va ocupando lugares en las ilustraciones del país al revés. Terminan unidas por hilos invisibles a la sombra de un hermoso y lúdico poema.
Las propuestas que se hacen en el libro álbum son variadas y múltiples. Cada libro es único y se perfila como una obra de arte pues las visiones del narrador y del ilustrador rara vez se vuelven a cruzar o encontrar. Incluso los libros donde texto e imagen pertenecen a un mismo autor se notan las diferencias de mirada entre un libro y otro. Muchas opciones se consideran al momento de iniciarse el proceso de construcción de un libro álbum. Cuando el ilustrador y el escritor se consiguen y puntualizan lugares comunes comienza verdaderamente la producción del libro. Siempre habrá un punto de encuentro entre las versiones de cada uno de ellos. Y en el instante en que se logra, se realiza un pacto invisible que sella el éxito de la obra.
Estela Vásquez en su libro imagen y palabra expresa claramente el sentido que prevalece en el libro álbum y todas las connotaciones que le acompañan cuando dice: …el libro álbum apela a otro sentido y tiene una única intención lúdica y gozosa de transitar por medio de la experiencia estética de las imágenes y las palabras. Los temas que tratan son próximos a las preguntas posmodernas: hablan de la soledad, la muerte, la vida, la desesperanza, la violencia, los sueños, lo cotidiano. A diferencia del sentido didáctico y aséptico o moralizador de los libros ilustrados que van de fines del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo xx, el libro álbum contemporáneo propone un acompañamiento por las grandes preguntas de la existencia humana.
Ver y escribir son términos que subyacen en el libro álbum. Pero la intencionalidad de sus autores va más allá de la simple puesta en la escena lectora de una historia. Para ellos es importante convertir al lector en su cómplice. En un compañero de aventuras que sea capaz de descifrar sus códigos. De participar sin miramientos ni reprimirse en los juegos que se le proponen. El lector viaja por las páginas del libro estableciendo hipótesis, comprobándolas o desechándolas de acuerdo a los senderos que le señalen sus autores. Pero también, investigando, fungiendo como detective para resolver los enigmas que le presentan las imágenes, las distintas versiones del cuento o poema. Es un lector de la memoria, un arquitecto de la palabra escrita y de la imagen sugerida.
Las voces de los protagonistas, sus vivencias y desventuras representan hitos que el lector debe asumir como propias para desencadenar las emociones que le producen ansiedad y placer ante la presencia de narrativas visuales y gráficas. El libro álbum transmigra desde la realidad circundante hasta interioridad del niño. Alteridad que lo sume en los ríos profundos de la imaginación.
El futuro del libro álbum
Aunque las voces agoreras intentan predecir con mucha frecuencia la extinción del libro en su formato físico, no parece que a mediano plazo se cumplan estos nefastos vaticinios. El libro físico aún tiene un futuro extenso y es que los nuevos soportes digitales no terminan de abarcar todos los espacios que ocupan los libros tangibles.
El libro álbum con una historia mucho más cercana, continua interesando a los lectores. Incluso la población que se acerca a ellos aumenta cada día. Eso significa que el interés creciente por este tipo de libros se afianza en la conjugación de imágenes y textos además de la singular belleza y atractivo que ofrecen a sus lectores.
Resulta obvio también que los libros digitales han ganado un espacio en el espectro general de la demanda pues el avance de la tecnología permite no solo la descarga de estos sino también que puedan disfrutarse en dispositivos versátiles. Otra de las características que les favorecen es la posibilidad lúdica que ofrecen pues suelen ser interactivos lo que motiva a los lectores a participar de los retos y propuestas generadas desde el libro virtual.
La convivencia de los dos formatos será larga. Los lectores del libro físico perseveran en sus formas de leer. Lo hacen en cualquier lugar y hora. Lo manipulan, disfrutan sus olores, sus dibujos, apaciguan sus ánimos, se relajan, se meten en las historias y solo regresan después de vivir las aventuras y resolver los entuertos y situaciones que le proponen los autores. Las imágenes les cautivan, sugieren, plantean enigmas, se muestran en apariencia impenetrables. Pero luego de transcurrir una millonésima parte de tiempo, el lector comienza a descifrar los mensajes, se embelesa y entonces maneja el discurso estético, lúdico y gráfico a su antojo. Se apropia del libro y lo convierte en su lecho favorito, en la puerta que le conduce a mundos insospechados y en los cuales forjará su destino de lector.
Quienes prefieren los libros digitales transitan los mismos caminos mientras observan una pantalla. Esta se convierte en el umbral que da paso a las aventuras apasionadas, raras, disimiles, heroicas y hasta peligrosas que ofrecen las ilustraciones y los textos cuando convocan al lector a visitar sus predios. Al final, no sale indemne, ni es el mismo. Le cambia el panorama visual y emocional. Viven la osadía de enfrentar el destino poco común de lector avezado y además repetido en diversas variantes de acuerdo a la historia que le cautive.
Imágenes y palabras necesitan del mago que pueda descifrar las claves para adentrarse en el mundo que ofrece el libro. Entra en juego la imaginación con el uso de todos los sentidos, las dudas, los miedos y las emociones. En definitiva niños y niñas tienen un sinfín de oportunidades para divertirse mientras leen. Y les queda mucho tiempo y una variedad extensa de libros.
Referencias bibliográficas
Montejo, E. (1998). Disparate. Caracas: Ediciones EKARE
Vásquez. E. (2012). Imagen y palabra. México, DF: CONACULTA